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Мовна специфіка літературних творів доби Золотого Віку (стр. 9 из 13)

A medida que la comparación evaluativa sustituye a la figurada en la posición de lo preferido se encuentra en vez de la situación evidente conveniente sino algo completamente malo. Se hace trivial la formula "mejor morir": Mejor morir que casarme con él. Mejor morir que vivir así.

La parte práctica: léxico de evaluación subjetiva en las obras del Siglo de Oro

Las obras de la literatura española del Siglo del Oro abundan de léxico de evaluación subjetiva. Son, en primer lugar, las obras prosaicas de Cervantes, Quevedo y Gracián y las de teatro español representado por Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y otros. Los ejemplos del léxico de valor evaluativo se puede encontrar también en la poesía de Góngora, Quevedo y Lope de Vega aunque su número cede ante el que observamos en las novelas y piezas de teatro.

Lo subjetivo se manifiesta a través del uso de tropos, palabras con el matiz evaluativo “bien”, “mal” y sus derivados “bueno”, “malo”, “mejor”, “peor”, palabras “más”, “menos”, adjetivos, incluyendo los usados en grado comparativo y superlativo, verbos “parecer”, “tener por”, “creer” y otros.

La subjetividad aparece en cualquier conversación cuando se chocan dos opiniones:

- Ésta debe de ser, sin duda, la gitanilla hermosa que dicen que anda por Madrid.

- Ella es – replicó Andrés - , y sin duda es la más hermosa criatura que se ha visto.

- Así lo dicen – dijo Preciosa, que lo oyó todo en entrando - ; pero en verdad que se deben de engañar en la mitad del justo precio. Bonita, bien creo que lo soy; pero tan hermosa como dicen, ni por pienso.

- ¡Por vida de don Juanico, mi hijo – dijo el anciano – que aún sois más hermosa de lo que dicen.

Como mencionamos más arriba la evaluación es inseparable de la comparación. Nosotros dividimos lo bueno de lo malo, lo delicioso lo contraponemos a lo desabrido, lo inagradable a lo agradable. Los objetos de la comparación evaluativa pueden ser tanto cosas como sus cualidades, situaciones, acontecimientos y estados: También puede ser loco bien vestido como mal vestido. Cuando tronaba temblaba como un azogado y se salía al campo. ¿Qué me queréis, muchachos porfiados como moscas, sucios como chinches, atrevidos como pulgas? Decía que las lenguas de los murmuradores eran como las plumas del águila. El infante es como oro. “Maestro, siéntese aquí, maestro, pásese allí, echaos acá, pasaos acullá”, así lo haré como el más doméstico y enseñado perro que salta por el rey de Francia. La alzaron en peso, como a catedrático. Después que le unté, ronca como un animal. Determino de jurar como católico y buen varón. Somos doncellas como las madres nos parieron. Quien ha visto banda de palomas estar comiendo en el campo sin miedo lo que ajenas manos sembraron, que al furioso estrépito de disparada escopeta se azora y levanta, y olvidada del pasto, confusa y atónita cruza por aires, tal se imagine que quedó la banda y corro de las bailadoras, pasmadas y temerosas, oyendo la no esperada nueva que Guiomar había traído. No hay águila ni ninguna otra ave de rapiña, que más presto se abalance a la presa que se le ofrece que nosotros nos abalanzamos a las ocasiones que algún interés nos señalen.

Observamos que los medios léxicos de comparación son muchísimos. Entre los más usados se puede nombrar tales elementos como “más”, “menos”, “tan” y las conjunciones “que” y “como”: “Y sacó de la faltriquera tres reales de a ocho, que repartió entre las tres gitanas, con que quedaron más alegres y más satisfechas que suele quedarse el autor de comedias, cuando ben competencia de otro, le selen rotular por las esquinas: “Víctor, Víctor”. Y fui el que, como el gusano de seda, me fabriqué la casa donde muriese. Lo quiro más que a las telas de mi corazón. La ciudad tiene casas engastadas, como diamantes en oro. Como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad. Más quiero ir suelto que obligado. Una bala de un francés tendré por menos agravios que escuchar de vuestros labios, "No pongáis aquí los pies".

Conciencia tan escrupulosa más es de religioso que de soldado. Eres paloma sin hiel, pero a veces eres brava como leona de Orán o como tigre de Ocaña. ¡ Si viese un hombre venir un león, ¿ no es más cordura darle la espalda segura que no quererle seguir? Que los ojos del pavón no se igualan a mis celos, ni las luces de los cielos como mis cuidados son. No hay cosa que más me venza que una honrada cortesía. No he visto cosa más rara que las décimas que dijo con tales afectos Arias. Volvió como atontado.

Otro medio que se encuentra en las obras analizadas es el uso del adverbio “antes”: Antes pienso irme con ella (virginidad) a la sepultura y quizá al Cielo, que ponerla en peligro que quimeras y fantasías soñadas la embistan y manoseen. Antes yo sería casada con una sotomía de muerte que contigo.

Eres antes ángel que gitana.

El mismo significado adquiere en las oraciones comparativas el numeral “primero”: Primero me vea yo comidade adivas estas carnes, que me ha parado de la manera que ahora veréis. El músico primero murmura que canta.

A menudo la comparación se realiza a través del empleo de las formas “mejor”(de “bueno”) y “mayor”(de “grande”) : Cuando hay un toro furioso y sin resistencia humana, ¿ no es mejor una ventana que espada y capa en el coso? Cuando un juez está airado, ¿ no es mejor estar seguro por el extranjero muro o por el propio sagrado? Cuando hay un pleito que en él se pueden dos concertar, ¿ no es mejor que no aguardar una sentencia cruel?Mejor debo de ser imaginado. La presentó a la dueña que la recibió con mayor alegría del mundo. Por mayor ventura tengo ser honesta que hermosa.

Los adverbios “bien” y “mal” se usan con preponderancia en las declaraciones que expresan actitud del hablante hacia algún hecho, acción o juicio: Muy bien habéis hecho en empedrarla, porque se pueda pasear.No es bien que quede asentado debajo de signo de escribano. Muy bien harás, hija, y mira no seas miserable. Bien dice la madre Pipota. ¡Qué bien está en la cuenta el señor! Él hizo bien a darse prisa a morir antes que el verdugo se sentara sobre él. Bien y rebién ha dicho señora Marialonso. Bien me parece eso(Cervantes).

DAMA2: ¡Qué bien Amarilis habla!

DAMA1: ¡Qué bien se viste y se toca!(Lope de Vega).

El adverbio “mal” se usa en el contexto parecido: Mal hiciste, amigo Carrizales, al ocultarlo. ¡Mal año para piñones mondados que más blancos ni más lindos sean!

También “bien” y “mal” aparecen antipuestos a los participios: bien vestido, mal educado, bien dicho, mal tratado.

Además, la palabra “bien” figura en significado de “muy” o “completamente”: Bien seguro estoy, padres y señores míos, que no será menester traeros testigos para que me creáis(Cervantes).

Muy a menudo para evaluar un hecho o una persona se usan también los adjetivos “bueno” y “malo”: buenas gentes, buenos mancebos, muchachos de buena gracia, buen consejo, buenas intenciones, dueña mala, tierra mala.

Él es tan bueno que no reparará en juramentos. ¡Buena comedia! Del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número. Ningún camino hay malo como se acabe, si no es el que va a la horca. Los escribanos han de ser libres y no esclavos, no bastardos ni de ninguna mala raza nacidos. Son de buena vida y fama temerosos de Dios y de sus conciencias;

- ¿Tan malo es ser poeta? – replicó Preciosa.

- No es malo – dijo el paje – pero el ser poeta a solas no tengo por muy bueno(Cervantes).

A menudo el adjetivo “bueno”, situándose en anteposición del sustantivo de género masculino, se encuentra también en su forma reducida “buen”:

MARTÍN: (Aparte a JUAN.) ¡Buen mozo!

JUAN: (Aparte a MARTÍN.) ¡Buen talle! (Lope de Vega)

Cuando una declaración presupone la confrontación evaluativa muy frecuentamente se realiza a través del uso del comparativo “mejor” y su oposición axiológica “peor”. “Mejor” tiene matiz didáctico positivo, y “peor” conformemente lo tiene negativo. Compárense: Es la mejor posada en toda Valencia. Aun si quisieras no encontrarías nada peor.

Observamos que el comparativo “mejor” se emplea para evaluar tanto los hechos como los objetos: Yo le respondí que mejor fuera haberla dado de manera que les quitara de aquel trabajo, pues con esto le tuvieran a él por juez recto y acertado. Preguntóle uno cuál era la mejor tierra. No pregunto eso sino que cuál es mejor lugar: Valladolid o Madrid. Mejor fuera que se la hubiera comido, si acaso es celosa.

Cuando se trata de confrontación evaluativa la oración puede desplegarse según el modelo: “por... estimamos...”: Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros viejos de Flandes, los que de la Naturaleza en estos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran.

Además de “bueno” y “malo” lo subjetivo puede ser expresado también por otros adjetivos. Desde punto de vista de la estilística la mayoría de estos son epítetos. Los epítetos sobran en todas las obras analizadas tanto prosaicas como poéticas: aceda respuesta, fines y famosos campos, día caluroso, maravillosa abundancia, magnífica grandeza, verdaderos amigos, cachas amarillas, amargas y piadosas lágrimas, discretas razones, infinitos besos, gran pecado, agradable condición, arriero enojado, naipes falsos, estancia oscura, luz escasa, sustos demasiados, buen consejo, las esperanzas más secas, rostro descolorido, rica joya, honestidad hermosa, dulce nombre, fuego vivo, afeitado rostro, señales claras, casa llana, brazos abiertos, grande regocijo, inllevable trabajo, papeles mugrientos y medio rotos, valle pequeño,verdaderas maravillas, viuda rica, espiritillo fantástico, oficio muy peligroso, dulces días, armas invencibles, gitano caritativo, camisa ancha, cielo abierto, podereosa fuerza, susto mortal, amores agudos, noche fría, luces bellos, costales pequeños, limpios o nuevos.

Los epítetos pueden anteponer al sustantivo (abatido oficio, divino ingenio, libre y ancha vida, gran poeta, adolorido estudiante, tierno amante, largo camino, rústico y disforme bárbaro, buenos mancebos, profunda y larga reverencia, provechoso documento, famosas aceitunas, virtuosa compañía, buena plática, marítima casa,grandes pecados, notable habilidad, rubios cabellos, espléndida comida, breve discurso, fresco río, apacibles calles, diversas tierras, largas peregrinaciones, negro viejo, liberal yerno, sagaz perturbador, ligero sueño, pesado sueño, solemne juramento, amarga vista, maldita dueña, dulce enemiga, sosegada voz, pestífera dueña, grandes gritos, atrevidos pretendientes, noble cabeza, rigurosa sentencio) y postponerlo (hombres muy honrados, voz sútil y quebradija, muchacho hábil, imagen devota, ojos hundidos, zapatos anchos, espada corta, las manos cortas, los dedos gordos, las uñas hembras y remachadas, los pies descomunales, hábito honroso, mancebo flaco, criada fiel, hombre desalmado, obra digna, buenas gentes, famosas aceitunas, un religioso muy gordo, caballero calificado y generoso, oficio libre, agua bendita, hombre digno, oficial famoso, hombre atrevido, presencia agradable, voz hueca y espantosa, labrador pobre, cosas gustosas, cántaro desbocado, sala baja, arca grande, amos corteses y liberales, hombres discretos, amigo triste, hombre tierno, viento blando y próspero, pasajero pensativo, fuego lento, padres nobles, esclavas blancas, condición llana by agradable, gente baldía, atildada y meliflua, sones alegres y regocijados, silencio extraño, determinación honrosa, cristianos viejos, caballero mentiroso.

Para dar un ejemplo citaremos la descripción de Roma hecha por Quevedo: despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, rotos arcos y derribadas termas, magníficos pórticos y anfiteatros grandes, famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos mártires que en ellas tuvieron sepultura.

Cabe mencionar que no sólo adjetivos pueden usarse como epítetos sino también sustantivos y participios: muchachos de buena gracia, pero descosidos, rotos y maltratados; pie de nieve y de marfil, llenos de color labios.

Gran número de epítetos encontramos usados en descripciones de la belleza de la mujer: blanca paloma, preciosa perla, dulce regalo mío, corona del donaire, honor del brío, bella gitana, frescor de la mañana, céfiro blando en el ardiente estío; rayo con que Amor ciego convierte el pecho más de nieve a fuego; fuerza que así lo hace, que blandamente mata y satisface.

Podemos ver que en las obras del Siglo de Oro las mujeres se idealizan: tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y que lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jasmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y alalia; y que todas estas cosas eran señales y muestras de su mucha riqueza.

De la protagonista de la novela de Cervantes “Gitanilla” Preciosa se dice que es la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama... Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos. La llaman “niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbúnculos, y niña del cielo”. De Constanza, otra heroína cervantina se cuenta que es dura como un mármol, y zahareña como villana de Sayago, y áspera como una ortiga; pero tiene una cara de pascua y un rostro de buen año: en una mejilla tiene el sol, y en la otra la luna; la una es hecha de rosas, y la otra, de claveles, y en entrambas hay azucenas y jazmines.

En la pieza de Lope de Vega “¡Ay, Verdades que en el amor...!” Juan describe a Celia como la bizarra mujer, la ninfa de Madrid, la dulce señora “de ojos bellos que en ellos copió su misma hermosura”, que tiene “dientes como perlas y labios como corales”. De ella dice: “Es mi señora muy linda para que tú la desprecies; muy rica para buscarte, muy noble para quererte”.

Como se conoce los adjetivos en español tienen grados de comparación: el grado comparativo y el grado superlativo. Los adjetivos usados en los grados de comparación siempre dan a los juicios un matiz subjetivo. De ejemplo del uso de los adjetivos en grado comparativo podemos citar tales oraciones: No hay gente más dañosa a la república que ellos. Acordó de buscar otros modos a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus ordenes. Llegó a Amberes, ciudad más maravillosa que las que había visto en Italia. Con esta dádiva quedaron más blandos que unas martas. Yo abrazado de la mujer más tibia que ha tenido amor entre los hielos del olvido.